Sophía

Parece a veces irreal pensar que mi hermanita menor, a quien considero una pequeña adolescente de casi 30 años; ¡ha! me ha convertido en tía. Tía de Sophie, una pequeña angelita, que quizá ha llegado para unirnos y volvernos más fuertes. Sobre todo, a ella misma; mi hermana.

 No puedo decir que sé cómo se siente, porque estaría mintiendo, pero durante este par de años he estado rodeada de madres, algunas primerizas también y otras con segundos bebes, y aunque no es muy fácil para ellas y en general para nadie expresar sus sentimientos, y más aun con una desconocida, para mí ha sido algo fácil notar, los cambios que una mujer atraviesa durante esta etapa.

 Una etapa en la cual las mujeres dejamos de ser los bebes o niñas de la casa para cruzar al “otro lado del rio”, y convertirnos en las madres. Y es algo tan complejo y diferente para cada mujer. Muchos sentimientos encontrados, por supuesto felicidad, pero quizá miedo y ansiedad por no hacer algo bien, y que esa pequeña criatura corra riesgo. Y ahora es cuando por fin entenderemos porque nuestros padres, y en específico nuestra madre nos trataba como nos trató, con mucha preocupación, pero sobre todo mucho cuidado.

Y es esto también lo que me ha causado ansiedad y preocupación, no poder estar tan cerca para poder brindarle una mano en esta situación a quien es realmente mi familia, donde sé que estar lejos de casa, y de mamá empieza a costar un poco más. Y más aún para nosotras, quienes hemos sido las consentidas de la familia. ¿Y mi hermana?, está aprendiendo finalmente a ser adulta, y lejos de casa; y adicional, ella deber aprender a ser mamá. El trabajo más difícil, quizá el más hermoso, pero aun así difícil.

 Hoy me sentí impotente, tan solo poder alentarla con palabras desde el otro lado del teléfono, al ver como trataba de alimentar a su pequeña angelita, y el dolor y cansancio físico que quizá debe estar sintiendo, después de aquella cirugía. Me sentía impotente al no poder sostener a su bebe para que ella pudiera descansar. Es algo irónico el que yo este aquí cuidando y consintiendo a otros pequeños a quienes considero ahora parte de mí, pero no son mi familia. Es irónico que ellos tengan a su abuela, sus padres y a mí, para jugar con ellos, cuando mi hermana está sola con su chiquita, lejos de casa, tratando de buscar una mejor vida, aprendiendo a ser mama.

 Quizá por primera vez pedí algo con muchas fuerzas, para beneficio de mi hermana y no mío.  Y le pide a Dios, mucha fortaleza y sabiduría, yo se lo que es estar sola. Y aunque ella tiene su esposo, él debe cumplir con otras responsabilidades que todos nosotros los que vivimos fuera de nuestros hogares sabemos que tenemos que cumplir. Se lo que se siente no tener ese apoyo tan cercano que antes teníamos nosotras las consentidas de la casa. Le pide mucha fuerza física, que seguramente ahora como madre la tendrá más.

 Pero sé que todo esto que ella está viviendo y vivirá la está preparando para ser más fuerte cada día, y ser la heroína de su propia historia. Y todo este esfuerzo, le será recompensado en un futuro, quizá muy cercano.

Solo me queda decir que no hallo la hora de viajar, y poder compartir con mi hermana y su bebita estos dulces momentos que cambian la vida.

Previous
Previous

Empezando a Volar

Next
Next

Todo Cambia